En 1942 nace Jorge Rodríguez (padre), revolucionario incansable. Jorge Rodríguez, había sido un abnegado dirigente y combatiente socialista, que nació en Carora, estado Lara, el 16 de febrero de 1942. Recibió formación como docente y posteriormente, ingresó a la Universidad Central de Venezuela (UCV), específicamente a la Facultad de Humanidades, en la que ocupó responsabilidades de dirección estudiantil, una de ellas como delegado del Consejo Universitario en 1966.
También fue un activista destacado contra el cierre de la universidad en el primer Gobierno de Rafael Caldera. En 1972 fue detenido por el Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA) y desde allí dirigió la huelga de hambre de los presos políticos. El 19 de noviembre de 1973 convocó a la creación de la Liga Socialista, en la que se desempeñó como secretario general hasta el momento en que fue asesinado.
El 27 de febrero de 1976 fue secuestrado el vicepresidente de la Owens Illinois, Williams Frank Niehous, por parte de los autodenominados Grupos de Comando Revolucionarios. Esta acción fue utilizada por el gobierno de Carlos Andrés Pérez como justificación para actuar contra las libertades democráticas.
La persecución y muerte de líderes estudiantiles, revolucionarios y dirigentes sociales se consumaron bajo el pretexto de la búsqueda del industrial norteamericano, entre los que destacan: Wilfredo García Silva, José Aquino Carpio, Lilian Gutiérrez, Nelson Rodríguez, Ricardo Acevedo, Agustín Serrano, Tito González Heredia y Jorge Rodríguez. Se desató una feroz represión gubernamental contra los sectores populares y revolucionarios, que se expresó en el encarcelamiento de un conjunto de dirigentes políticos acusados de haber participado en el plagio, entre ellos Salóm Mesa Espinoza, David Nieves y Carlos Lanz, quien fue liberado en 1984. Este secuestro fue considerado el más largo de la historia política venezolana (tres años y cuatro meses). Niehous fue rescatado en junio de 1979.
Como a todos estos lideres revolucionarios, a Jorge Rodríguez se le había detenido con la excusa del secuestro del empresario norteamericano, sin embargo, su detención ilegal fue parte de las acciones represivas para frenar los avances revolucionarios.
Luego de su detención, en la avenida Sucre, frente al liceo Miguel Antonio Caro, al dirigente Jorge Rodríguez lo llevan a un paraje solitario de la carretera Panamericana, vía a los Altos Mirandinos.
Los agentes Braudio Gudiño La Cruz, Guillermo Zambrano Salazar, Itamar Ramírez y Juan Álvarez Díaz fueron los que lo trasladaron. Fue torturado a fin de que revelara la ubicación del secuestrado. Por no delatar y acusar a sus compañeros de hechos en los que además no estaban involucrados, Jorge Rodríguez recibió una golpiza extrema. Fue regresado a la DISIP donde agonizó por horas en una celda conocida como “tigrito”.
Hasta allí le llegó repentina pero “natural” e inevitable la muerte, el 25 de julio de 1976. El gobierno adeco anunció al país que el maestro había muerto de un infarto, pero en realidad, como consecuencia de las torturas, su cuerpo mostró derrames internos y desprendimiento de órganos así como numerosas fracturas. La tenaz denuncia de José Vicente Rangel permitió establecer la verdad.
Por pensar y hacer vivo el pensamiento de que el socialismo se conquista peleando, y actuando en consecuencia a sus ideas, Jorge Rodríguez se convirtió en una de las víctimas más conocidas de la democracia representativa que encarnaron por 40 años los gobiernos de Acción Democrática y Copei; hoy 41 años después, el pueblo venezolano enarbola la misma bandera de lucha por un mundo más justo y solidario.
Los valores de Rodríguez, presentes en la Revolución Bolivariana, se ven reivindicados cada día con la participación activa de la población en la construcción de su propia historia, en un país en donde ejerce el gobierno de la mano del poder popular; en un país en el que asumirse socialista, comunista, conservador, socialcristiano o de cualquier otra corriente ideológica, no representan un peligro para la integridad física, y mucho menos de la mano de los organismos de seguridad del Estado.